EN LA ESPERA DE UN HÉROE
Primera Parte: –Pero, y ése ¿de quién será hijo?–
noviembre, 2016.
Por: Siomara Salmerón.
Por: Siomara Salmerón.
Son
épocas socialmente muy agitadas. Localmente están las celebraciones
aniversarias (las de la Universidad de Oriente y “Los 500 Años” de Cumaná);
como éstas, las populares fiestas decembrinas (navidad y año nuevo) que se
enlazan con el Día de Reyes y Santa Inés, y se alargan hasta Carnavales y
Semana Santa. Para completar, el año es electoral, brindando así otra razón para inventar eventos, en su
mayoría de índole propagandístico, pero culturales al fin, y aunque no son
siempre llevados a cabo de manera satisfactoria, los intentos no se detienen
porque, Cumaná, no para de celebrar.
Puede
que mi intromisión entorno a algunos
tópicos resulte descortés para unos, sobretodo porque estoy sumida en un
‘proceso de pretensión’ de hacer de mis dones musicales, y artísticos en
general, mi modo de expresión y mi potencial fuente de ingresos en la vida.
Pero (¿?) es precisamente ésa la razón por la que encuentro en esta ciudad,
como creativa, oportunidades para todo. ¿Oportunidades para todo? Quiero decir,
potencialidades… Porque te digo que no ver las ventajas que ofrece el contexto
cultural cumanés –el folklore, las particularidades de sus personajes– es estar
ciego. Yo diría que el achante, o ‘la
situación’, es pura desidia (palabra de vieja). Que el programa de las Noches
de Antaño fuera un misterio para mí es, simple
y llanamente, una evidencia de la falta de voluntad que nos inunda. Es como
una epidemia mental consumiendo la ciudadanía a través de la evasión de los
intereses comunes. ¿No es el perfil turístico regional un interés común? Pues,
si aún nos queda algo de magnificencia y esplendor, es por pura obra de autor,
porque la ciudadanía duerme plácidamente en la dulce espera de un héroe que no
sabemos en qué horno se cocina, y yo no ‘haría demasiado tiempo’ en esa espera.
“Formación
Ciudadana” o “educación familiar” fue una materia que se introdujo en el
contenido de los grados 7mo, 8vo y 9no de la educación básica justo en mi época, además de “Cátedra
Bolivariana”; recuerdo que eran espacios poco respetados por mis compañeros, y
de hecho juzgados como ‘innecesarios’, comentario que no nace de la mente de un
adolescente de 12 años. Ahora mismo valoro haberlo vivido, porque ¿en verdad es
suficiente con lo que aprendemos en la calle? Yo ahí no suelo encontrar grandes
muestras de formación en organización comunitaria, por ejemplo, y la ciudadanía
viene precisamente de la valoración del entorno ‘común’… Tal vez es eso lo que
me ha llevado recientemente a leer sobre planificación municipal y gestión
social, proyectos que se están propagando por Latinoamérica relacionados con ecoturismo
y alternativas urbanas para impulsar economías municipales, justamente desde la
organización comunal.
Me
parece que el reconocimiento que hemos ido adquiriendo por belleza, deporte,
ciencias y cultura, nos ha ensanchado mucho más el farandi-ego que el orgullo nacional que cultivaría la dignidad patriota de la que carecemos
como pueblo. La política se quedó en los colores. Los candidatos, que salen de entre nosotros mismos, de la
gente que come y vive, son solo rostros, porque no es un secreto que es toda una industria del mercadeo la que obra
detrás de la propaganda, y no verdaderas propuestas inspiradas en reales
esfuerzos de desarrollo. Nuestra principal escases, según mi opinión, es
informativa. Son varios los espacios periodísticos populares: noticieros
televisivos, radiales y prensa. –El amarillismo que sobra–. Y que no se
dramatice al respecto, porque no es de “política” este texto, sino de
“políticas”… O de alimentación, porque lo que sea nos lo comemos. Por falta de
educación no hay selectividad respecto a lo que vemos, escuchamos, y más aún de
lo que decimos: lo que hacemos es repetir lo que mal-sabemos. Si es que acaso
nos enteramos de los avances (económicos, sociales, o de cualquier índole) de
un país hermano, por un lado ni lo reflexionamos para complementar nuestras
propias maneras; por el otro, olvidamos la naturaleza de los triunfos que hemos
ya alcanzado y al final nada aprendemos. Nuestros instintos más racionales se
han ido desplazando, dejando más a la
mano métodos y acciones sin profundidad moral, relevancia ni
transcendencia, y de estas mismas tendencias está turbada la visión, tanto de
la sociedad civil en general como la de quienes nos lideran, gobierno y
oposición, segunda porción ésta a la que –para bien o para mal– corresponde
representarnos en esta época, mismo grupo cultivado, desde mi perspectiva, por
el ‘régimen’ actual y desde su propio condicionamiento, porque hacerse blanco
de burla es la forma más sencilla de reducir el poderío de la contraposición,
para crear nada más que su propia arma de
ataque. Para quien no lo ha comprendido, no deja de ser líder el que
gobierna cuando te hace reír sin tener que ser de tu agrado.
Comentaba
yo en estos días una publicación del facebook, y decía que quienes protagonizan
la oposición actual a nivel nacional no han encontrado mejores modos de atraer
y ganar adeptos que única y directamente por descalificación, críticas,
ofuscación, queja… Pero todo esto ya lo hacemos nosotros. Ésta no es
información que enriquezca a nadie, sino el desahogo diario de la gente en la
calle. Lo que uno espera de quien lo
representa es que sea un poco distinto a uno.
Porque si tú votaste por alguien, sea por el color o por las ideas, es en la fe
de que se avoque a hacer algo acerca de los problemas que ya todos sabemos que
tenemos, precisamente porque los tenemos, y no necesitamos que nadie nos los
diga. Los vivimos, y lo que ansiamos escuchar en sus ruedas de prensa, en sus
entrevistas, en sus cadenas, son respuestas, no nuestras mismas preguntas.
Mi
aporte, en esta ocasión, va en este intento de generar consciencia acerca del
poder que me otorga mi propia juventud. Destacar la ventaja envuelta en el
hecho de no haber vivido otros gobiernos, porque vivirlos implica escuchar y
decir cualquier cosa, sentirse atormentado y agitado por lo que se comenta que
va a ocurrir o lo que juzgamos importante solo porque nos lo han hecho creer,
además de las inacabables figuraciones enfocadas en los culpables más que en
las situaciones en sí mismas, y solo hizo falta un gobierno para aprenderlo. Yo
adjudico a mi juventud, y agradezco por eso, la facilidad de renovación, de
aprendizaje, porque no necesité vivir a Rafael Caldera ni a Carlos Andrés Pérez
para saber que los criterios que involuntariamente aprendí para basar mis
elecciones no son los más acertados, sino los que he ido desarrollando por mi cuenta,
desde mis propias y genuinas inquietudes. Porque yo solo he visto rojo por
todos lados, sé que el cambio no lo va a definir la sustitución de un color por
otro distinto. Nuestras faltas son más profundas, y lo sé porque, en un Bus
Cumaná, me sugirieron “que empujara”, en lugar de simplemente hacer espacio
para permitirme salir.
Caricaturas de prensa nacional e internacional.
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